sábado, 26 de marzo de 2011

Capitulo 4

El estaba allí sentado leyendo un libro cuya portada tarde en distinguir. Me dirigí a su mesa sigilosamente. Al fin pude visualizar el título del libro.
- “El Psicoanalista, John Katzenbach” – Leí en voz alta – Adoro ese libro – Agregue.
- Igual yo – Dijo cerrándolo – De hecho, es mi libro favorito. – No pude evitar sonreír
- El mío también – Ahora fue él quien sonrió. Era Impresionante verlo sonreír. Era La Primera vez que yo contemplaba tal escena. Y Personalmente creía, que se veía aun más hermoso. – Dime, - Comenzó – Que es lo que más te gusta del libro?
- Em... Creí que hablaríamos de sociología. – Dije dubitativa.
- Ah, eso. En verdad no creo que necesites clases de apoyo. Es decir, solo hemos tenido dos clases. Y además te he visto atenta en ellas. – fue entonces cuando me di cuenta que no entendía que rayos estaba haciendo yo ahí.
- Entonces para que me llamo?
- No estoy muy seguro de eso. Hay algo en ti que me llamo la atención. Quería discutir contigo.
- Oh – Fue todo lo que pude decir. De hecho aunque pudiera, no sabría que decir. Estaba algo confundida. Yo le había llamado la atención!
- Lo que me lleva a preguntar, - decía el – Que es lo que más te gusto del libro?
- Pues… - comencé yo – Me encanta la forma de manipulación. El Hecho de ver como un experto en psicología cae en n juego mental y se enreda entre sus propias teorías. Le hacen sentir tal desesperación al punto que comienza a comprender a sus antiguos pacientes. Sin embargo la forma en la que logra al final vencer todo y “dar vuelta el tablero” por así decirlo, es simplemente asombrosa. – Dije muy emocionada. El simplemente asentía expectante.
- A mí personalmente me gustaría que hubiera una versión en la que la historia estuviese contada del punto de vista del antagónico. A ti no?
- No a decir verdad. Es que si no, no podrías la desesperación del analista. Sin embargo a veces creo que sería interesante saber que se pasaba por la cabeza de ese hombre. Era todo un psicópata. Siempre me ha llamado la atención esta gente. Sobre todo la extraña forma de ver a la gente. Es como si fueran cosas, ellos son, según he leído, incapaces de sentir algo. – El solo asentía.
- Crees que yo soy un psicópata? – Me pregunto sin alterarse en lo más mínimo.
- No, no. – respondí entre nerviosa y sorprendida.
- Pero si crees que tengo un parecido. – Comento. No era una pregunta, sino una afirmación. – Dime, Crees que yo podría, en algún momento de mi larga vida, terminar siendo un psicópata? O crees que cambiare mi manera de pensar?
- Sinceramente espero que cambie esa manera de pensar. – El me miro sorprendido.
- Por que lo esperas? – Esa pregunta me tomo por sorpresa.